La picazón o comezón está asociada a unas fibras nerviosas especializadas llamadas fibras C. Estas se encuentran de manera superficial en la piel y transportan estímulos más lento que otras fibras. Muchos estímulos pueden producir picazón, por ejemplo, las picaduras de insectos, alergias a plantas, clima muy seco, incluso el solo hablar de la picazón quizás haya producido en ti que te rascaras. Cuando estos estímulos llegan a la piel, un tipo de células de defensa de nuestro organismo llamadas mastocitos, producen una sustancia llamada histamina. La histamina se une a estas fibras nerviosas y esta información es llevada en forma de impulso nervioso hasta llegar a la médula espinal, que es parte del sistema nervioso y se encuentra en un conducto que forman vertebras las que puedes sentir al tocar tu espalda. De aquí, la información viaja hasta el cerebro llegando primero a una parte de este llamada tálamo. A continuación la información llega a otra región llamada corteza cerebral donde es procesada hasta hacernos sentir que un sector de nuestra piel “pica”. Lo que viene después es que otra región de la corteza de nuestro cerebro elabora una respuesta la cual usualmente es que movamos un brazo para poder rascarnos. Cuando rascamos la zona que nos picaba se siente un alivio, ¿verdad? Eso ocurre porque cuando nos rascamos se estimulan diferentes tipos de fibras nerviosas que están en la piel. Algunas de estas fibras tienen un efecto a nivel cerebral de estimular la producción de una sustancia llamada serotonina y que es la responsable de generar esta sensación de bienestar y alivio.
El origen de la comezón es evolutivo y ya estaba presente en las primeras aves y mamíferos, seres vivos que presentan una piel más vulnerable y expuesta, sin algún tipo de protección o armadura como en otros grupos de animales, siendo una gran ventaja el haber desarrollado la capacidad de rascarse con el fin de poder librarnos de cosas que podrían dañarnos como por ejemplo la picadura de un mosquito, una garrapata que quiera asentarse en tu piel o sustancias irritantes como las presentes en las espinas de algunas plantas que podrían lastimar tu piel.
